miércoles, 23 de enero de 2013

Onírica autobiografía en "No te apresures en llegar a la Torre de Londres porque la Torre de Londres no es el Big Ben", de Eugenia Gallardo


La escritura de forma autobiográfica es la literatura de lo íntimo, que indaga en lo personal.[1] Para muestra, un botón: Eugenia Gallardo. Poca información biográfica se encuentra de la autora de No te apresures en llegar a la Torre de Londres porque la Torre de Londres no es el Big Ben[2] en primera instancia[3], y sobre todo para quienes se interesan por conocer más sobre la escritora, parece que la información sobre su vida es tan hermética como su obra. Aída Toledo afirma que Gallardo, nacida en 1953 en Cobán, Alta Verapaz, Guatemala, apareció sorpresivamente en el ámbito literario guatemalteco en 1999. Contemporánea en edad con los escritores de la Generación del 70, solo fue conocida por la mayoría de ellos cuando publicó su primer libro de narraciones, que es el que titula esta crítica.[4] Además, agrega algunos datos de su vida que resultan interesantes:
Gallardo salió en un momento en que se recrudecía la violencia política y muchos intelectuales y profesores de la Universidad de San Carlos, entre ellos Gallardo, salieron al exilio en forma apresurada, para no ser una más de las víctimas. Vivió muchos años en Costa Rica, luego en Inglaterra, y de ahí partió a Madrid a trabajar con IRELA, para posteriormente volver a Costa Rica a trabajar para FLACSO. Regresó a Guatemala en 1993 quedándose a residir allí hasta el presente. [5]
Aída Toledo junto con Lucrecia Méndez de Penedo son dos de las críticas literarias que han trabajado la obra de Gallardo, cada una con su particular punto de vista que parece, a momentos, hermanado.[6] Sin embargo, es escaso el trabajo crítico sobre No te apresures…, y lo que más se encuentran son comentarios en blogs acaso poco sujetos a la rigurosidad académica. Y es que Gallardo, a pesar de presentarnos una novela alucinante y cargada de simbolismos, no ha sido reconocida por su labor literaria. La misma Toledo afirmó que existen en Guatemala cinco novelas únicas en su género, de autores que nomás han publicado una obra.[7] Empero, más información es escasa o muy escueta.
La obra de Gallardo nada tiene de anodino. El estro se manifiesta en cada uno de los 53 capítulos que componen esta interesante novela, conformada como un “Calendario de 52 semanas con un cuento por semana”. Además, como paratexto al que debe presarse atención, se hace la aclaración desde la portada de la relación de la palabra “calendario” con el trabajo escritural de la cobanera. “Hacer calendarios”, según la Real Academia Española, es “estar pensativo, discurriendo a solas sin objeto determinado”. ¿Qué nos prevé esto? Un calendario autobiográfico, quizá; gran parte de una vida narrada en 52 capítulos y un avasallante epílogo.
Lo curioso de esta novela es la ruptura estructural de una obra autobiográfica tradicional. Mercedes Laguna Gonzáles presenta algunos tipos de autobiografía y características comunes de la literatura autobiográfica[8] que en el caso particular de Gallardo son reinventados y renovados casi en su totalidad. Nos encontramos con una narradora omnisciente que describe atentamente cada uno de los acontecimientos que conforman la historia. Incluso, uno de los personajes más dulces y transgresores, Carmela, revela la identidad de la narradora que, en este caso, y tomando en cuenta a Lucrecia Méndez de Penedo,[9] es la misma autora:
Y por prestarme para líder la señora escritora de este libro espera que mis acciones le den movimiento al relato, que mi anécdota la lleve de la mano hasta el fin del libro donde a ella la esperan con coronas de olivo, viajes al exterior (en aviones de verdad, no en un simple pavo con neurosis de ganso), reconocimientos y demás granjerías de que gozan las hembras que en los noventa levantan la mirada, la voz, el aliento y firman sin seudónimos y se niegan a llevar apellidos de casadas y se creen personas de moño colorado. (47)
            Este momento crucial de la novela nos permite afirmar que la misma autora mantiene un diálogo consigo misma al momento de escribir, sobre todo al tomar en cuenta que Laguna González asegura que uno de los rasgos diferenciados de la escritura autobiográfica, según Romera Castillo, es la presencia del yo del escritor (en este caso, escritora) que queda plasmado en la escritura como un signo de referencia de su propia existencia. Pero aquí, la narradora conforma innumerables personajes para tener una voz propia. Quizá esta escogencia de diferentes protagonistas a lo largo del calendario sirve como pretexto o justificación de los cambios sufridos durante el periodo biográfico narrado en este libro.
             Con relación a la estructura narrativa, Toledo indica que la narración sigue un decurso a momentos irracional y fantástico que no permite una lectura con hilos conductores visibles o modélicos[10], y es en este mismo momento donde afirma que la obra se entreteje con reflexiones implícitas sobre identidad y género. Yo me atrevería a mencionar la autorregulación de género como un factor presente en la mayoría de los personajes. Judith Butler asegura:
Afirmar que el género es una norma no es lo mismo que decir que hay visiones normativas de la feminidad y la masculinidad, aunque resulta claro que tales visiones normativas existen. El género no es exactamente lo que uno “es” ni precisamente lo que uno “tiene”. El género es el aparato mediante el cual tienen lugar la producción y la normalización de lo masculino y lo femenino, junto con las formas intersticiales hormonal, cromosómica, psíquica y performativa que el género asume.[11]
            Aquí valdría la pena mencionar la forma en la que Gallardo construye a sus personajes principales, en particular a Carmela. Méndez de Penedo afirma que Carmela es una especie de alter ego de la narradora protagonista, una emprendedora niña en un mundo masculino, huérfana y pobre.[12] Esta niña construye una identidad genérica que le permite formar parte de ese mundo:
Sé de una niña, Carmela, a quien le gustaba vestirse como hombre para que escucharan lo que tenía que decir. (…) Los señores de American Airlines la escucharon porque creyeron que era hombre. (33)
            Esta niña reconoce implícitamente que por ser mujer no será escuchada en una sociedad en la que el hombre mantiene la hegemonía. Voluntariamente regula su rol de género y se caracteriza como varón para ingresar al mundo. Toledo indica que Carmela es una voz ficcional femenina pero autoritaria, cuya falta de identidad es una estrategia social porque sabe que asumiendo la identidad masculina podrá manejarse mejor en el mundo de fantasía donde se encuentra inmersa.[13] Lo curioso es que cuando esta niña parece comenzar a tomar el poder de la historia y se revela contra la escritora, la narradora la aniquila despiadadamente:
¿Son otras verdades las que quiere poner en mi boca de niña boba? ¿las verdades de los otros para los otros? ¡qué cómodo! ¿por qué no hurga en su historia? (…) ¿por qué respira de mi aire? ¿por qué no dice: “Yo derramé la leche, este dolor es mío y este miedo y esta huida y…”
Carmela no pudo soportar el frío de Alaska. Murió un 25 de noviembre a las 23:35. (48)
            El siguiente capítulo inicia con una frase hermosísima: “No es fácil asesinar a la fantsía” (49). La narración sigue con 35 capítulos más en los que encontramos personajes como Betty la oruga y Vidal. Además un curioso diálogo entre una rata y un ratón. Una construcción narrativa intermitente que parece no contar nada, pero que nos construye sensaciones y reconocimientos sociales trazados a modo de historia fantástica.
            Las páginas se cargan de historias azarosas inundadas de poesía y símbolos dignos de un profundo análisis semiótico. Hay diálogos que parecieran fruto de una deconstrucción lingüística premeditadamente infantil, con tonos picarescos y de mucha carga de crítica social. La figura de la familia se deforma y se vislumbra desde una perspectiva de género en la que el rol del hombre se adjudica un papel ausente o negado: “Mi padre no me quiere. Mi padre no me quiere. Cinco palabras duras. Y mentirosas. ¿Por qué te lee cuentos?” (109).
            Finalmente, las narraciones se van volviendo cada vez más herméticas. Como afirma Toledo, detrás de la voz de la narradora parece estar la voz de la autora.[14] Y es quizás por esto que otorga una difícil tarea para comprender detrás de cada cuadro pintado con letras los significados reales de cada construcción.
Dice Méndez de Penedo que el eje de la obra de Gallardo lo constituyen las aventuras de la protagonista en la búsqueda de libertad mediante un proceso que arranca desde la infancia, atraviesa la adolescencia y finalmente ingresa al mundo de los adultos.[15] Es precisamente en este momento en el que la obra deja de buscar una coherencia narrativa y se pierde discurriendo a solas sin un objeto determinado: haciendo calendarios, pues.                      
Los últimos cinco capítulos son nomás divagaciones con suma calidad estética que pintan imágenes y sensaciones fenomenales con gran arte escritural y carga sensitiva. Aquí se desprende todo de cualquier norma estilística, se desliga de las ideologías y pareciera que la narradora comienza a encontrar la paz en la libertad de producir nada más meras composiciones estéticas.
El libro finaliza con un avasallador epílogo en el que la misma narradora se hace una pregunta aguerrida: “A quien haya tenido la paciencia de leerme ordenadamente, hasta este punto, le pregunto: - ¿Qué fue lo que hice?” (127); y es aquí donde la magia de la literatura, que es invocada en los capítulos de Carmela, hace honor a sus dotes. Esta obra es como leer una vida hecha sueño, con cuentos de hadas y fantasías oníricas.



[1] Mercedes Laguna González comienza su ensayo La escritura autobiográfica con esta frase que me parece idónea para iniciar con el viaje que Eugenia Gallardo nos ofrece con la obra que trabaja el presente ensayo.
[2] Gallardo, Eugenia. “No te apresures en llegar a la Torre de Londres porque la Torre de Londres no es el Big Ben.” Guatemala: F&G Editores, 1999. Todas las citas que procedan de este libro serán indicadas solamente por el número de página en un paréntesis.
[3] Un exhaustivo trabajo investigativo sobre la biografía de Gallardo me permite confirmar que para quienes intentamos hacer un primer acercamiento a esta autora, la información es escasa. Conseguí su correo electrónico mediante el cual le envié una entrevista, pero al momento de redactar esta crítica no hube obtenido respuesta.
[4] Toledo, Aída. “Vocación de herejes”. Guatemala: Editorial Academia / Ministerio de Cultura y Deportes, Editorial Cultura, 2002. Página 116.
[5] Toledo, Aída. “Vocación de herejes”. Guatemala: Editorial Academia / Ministerio de Cultura y Deportes, Editorial Cultura, 2002. Página 116.
[6] Ambas críticas coinciden en varios puntos con respecto a la obra de Eugenia Gallardo y se hace evidente en sus trabajos y perspectivas críticas.
[7] Durante la clase magistral del 2 de octubre de 2012 en el curso Seminario sobre género/autor: Narrativa femenina, Aída Toledo mencionó cinco novelas de importancia para la literatura guatemalteca de autores que solo han publicado una obra. Estas son Velador de noche, soñador de día, de Luis Eduardo Rivera; La ceremonia del mapache, de Otoniel Martínez; Con pasión absoluta, de Carol Zardetto; El tiempo principia en Xibalbá, de Luis de Lión; y No te apresures en llegar a la Torre de Londres porque la Torre de Londres no es el Big Ben, de Eugenia Gallardo.
[8] Mercedes Laguna González incida entre los rasgos generales de la escritura autobiográfica el yo del escritor, la identificación del narrador y del héroe de la narración, el relato que abarca un espacio temporal suficiente para dejar un rastro de la vida, el discurso narrativo (relacionado a la acepción de Todorov), la narración sincera y la variación de la forma de expresar la historia. Esta última característica se relaciona puramente con el estilo de la escritura: la primera persona, el monólogo puro, el juego del punto de vista y demás. La información completa y detallada se encuentra en su aporte hecho en la edición de septiembre de 2005 en la Revista Lindraja.
[9] Lucrecia Méndez de Penedo afirma que una larga conversación con Eugenia Gallardo le permite afirmar que hay historia real de la autora en la obra No te apresures en llegar a la Torre de Londres porque la Torre de Londres no es el Big Ben.
[10] Toledo, Aída. “Vocación de herejes”. Guatemala: Editorial Academia / Ministerio de Cultura y Deportes, Editorial Cultura, 2002. Página 121.
[11] Butler, Judith. "Regulaciones de género." La Ventana. 2005: 7-35. La Ventana. Septiembre 2012. http://148.202.18.157/sitios/publicacionesite/pperiod/laventan/Ventana23/judith.pdf. Página 11.
[12] Méndez de Penedo, Lucrecia. El hilo del discurso. Guatemala: Universidad Rafael Landívar, 2007. Página 262.
[13] Toledo, Aída. “Vocación de herejes”. Guatemala: Editorial Academia / Ministerio de Cultura y Deportes, Editorial Cultura, 2002. Página 123.
[14] Toledo, Aída. “Vocación de herejes”. Guatemala: Editorial Academia / Ministerio de Cultura y Deportes, Editorial Cultura, 2002. Página 125.
[15] Méndez de Penedo, Lucrecia. El hilo del discurso. Guatemala: Universidad Rafael Landívar, 2007. Página 266.

2 comentarios:

  1. Uno de mis tesoros más preciados, el dueño de este blog.

    ResponderEliminar
  2. Lector fascinante y sensible. Me conmovió. Gracias por leerme desde el cerebro pero también desde la intuición.

    ResponderEliminar