La
narrativa de Clarice Lispector ha sido desde los años 60 objeto de estudio de
críticos e investigadores de la literatura brasileña e hispanoamericana. Aunque
desde la publicación de su primera novela, Cerca
del corazón salvaje[1],
publicada en 1944, Lispector gozó de cierta relación amor-odio con la crítica
de su país, diversos estudios críticos sobre su narrativa, sobre todo en
Francia[2],
le hicieron ganarse un puesto reconocido en el imaginario literario de Brasil y
también en los círculos literarios internacionales.
Clarice
Lispector nació en Ucrania en 1920[3] y
poco después de haber cumplido un año de edad, se trasladó con su familia, de
origen ruso y judío, al noreste de Brasil, específicamente a Maceió. Luego de
algún tiempo se mudaron a Recife, siempre en el noreste brasileño, para
instalarse a los 14 años en Río de Janeiro. Desde temprana edad, Clarice se
interesó por la literatura, escribió sus primeros relatos y los envió al Diario
de Pernambuco, que rechazó sus textos porque solo describían sensaciones.[4] Y
fue así como a los 19 años escribió su ópera prima, Cerca del corazón salvaje, publicado en 1944 y ganadora en 1945 del
premio Graça Aranha.
Luego
de esta publicación le sucedió la novela La
lámpara (1946) y La ciudad sitiada
(1949) en los años 40. En la década de los 50 permaneció ocupada por cuestiones
diplomáticas a causa de su matrimonio con Maury Gurgel Valente, de quien tuvo
dos hijos y luego se separó en 1959.[5]
Sin embargo, en las décadas de los 60 y 70 fue cuando su trabajo se tornó más
prolífico, y acaso el más incomprensible. De la década de los 60 se pueden
resaltar novelas como La manzana en la
oscuridad (1961), La pasión según G.
H. (1964) y Un aprendizaje o El libro
de los placeres (1969).
En la década de los 70 la obra de
Clarice se torna cada vez más abstracta e íntima. Es, quizás, uno de los
momentos más álgidos en su carrera escritural, puesto a que transgrede
cualquier norma estilística con tal de alcanzar esa reproducción sensorial que
la caracterizó durante sus inicios.[6] De
estos últimos años se destacan obras de gran calidad estética como La imitación de la rosa (1973), Agua viva (1973), La hora de la estrella (1977, año de su muerte) y la póstuma y
avasallante Un soplo de vida
(Pulsaciones) de 1978. Fue en esta década en la que Lispector presentó,
específicamente en el año 1974, una colección de cuentos que aún hoy en día han
sido difíciles de clasificar: El vía
crucis del cuerpo.[7]
Clarice afirma en la explicación de este libro de cuentos (que bien podría ser
tomada como una narración más de la colección):
Álvaro
Pacheco, mi editor en Artenova, me encomendó que escribiera tres historias que,
según me pidió, hubiesen sucedido realmente. (…) Le respondí que no sabía
escribir historias por encargo. (…) La conversación telefónica fue el viernes.
Comencé el sábado. El domingo por la mañana las tres historias ya estaban
listas: “Miss Algrave”, “El cuerpo” y “Vía crucis”. Yo misma estaba asombrada.
Todas las historias de este libro son contundentes y quien más sufrió fui yo
misma. Quedé shockeada por la realidad. (…) Quiero solo avisar que no escribo
por dinero y sí por impulso. Van a arrojarme piedras. Poco importa. (25)
La misma Clarice estaba consciente
de que este libro sería un balde de agua fría para sus lectores y, sobre todo,
para la crítica. Ella estaba dispuesta a aceptar las consecuencias de sus contracciones
artísticas. Empero, lo que en su momento fue considerado como “la hora de la
basura”[8] es
objeto en la actualidad de múltiples interpretaciones y análisis semióticos y
críticos. En este sentido, Gonzalo Aguilar afirma que al momento de publicar
este libro de cuentos, Clarice se encontraba en un instante delicado en su
carrera, pues Agua viva había
resultado ser un libro con críticas divergentes, y ahora presentaba esta
colección de cuentos “llenos de interrupciones y digresiones, obsesionados con
la vida sexual de sus personajes y escritos en un estilo taquigráfico y sin
ornamentos”.[9]
Y no fue para menos. Aguilar
comparte que tanto la revista Veja
como el Jornal de Brasil criticaron
duramente y de forma peyorativa la publicación de este libro de relatos. La
revista mencionada dijo que el libro era “lixo” (“basura”) y un “lanzamiento
inútil”. El periódico señaló que “habría sido mejor no publicar el libro a
tener que defenderse con ese falso desprecio por ella misma como escritora”.[10] Y
estas son solo algunas de las críticas que recibió en aquel entonces. Empero,
la más dura de todas fue el silencio absoluto. Vilma Areas afirmó en 2005 que
hasta ese instante se comenzó a hablar académicamente de este libro.[11]
El primer cuento es “Miss Algrave”,
la historia de una mujer virgen que es visitada por Ixtlan, un ser de otro
planeta, con quien tiene relaciones sexuales épicas. Ella se enamora de él y
del sexo que tienen, y a raíz de esto su vida retoma emoción y sentido. Incluso
decide provocar a su jefe, renunciar y ofrecerle sexo. Todo esto para tomar “un
baño purificador de todos los hombres para estar lista para el festín con
Ixtlan”. (34) En este relato Lispector reproduce la epifanía de Ruth Algrave al
descubrir el sexo de una forma extraordinaria. No hay detalles del encuentro
sexual a nivel visual: no sabemos cómo la penetró, de qué tamaño era su
miembro, cómo fueron los movimientos. Lo que conocemos es la pasión y la
intensidad de la epifanía final. Ruth se convierte en una mujer insaciable
gracias a esa experiencia irrepetible que agita las células más recónditas de
su ser y le muestra lo desconocido como algo extraordinario.
Aquí Lispector trabaja con la
sensualidad y la fantasía de conocer algo ajeno a la realidad. El sexo se
convierte en el catalizador de motivaciones que van más allá de los límites socialmente
aceptados. Ruth es otra después del sexo con Ixtlan y percibe, incluso, la vida
diferente y con matices vivaces. Es capaz de dejar la vida que ha conocido por
la espera de un nuevo encuentro con este ser de luz proviniente de otro
planeta. La sexualidad es completamente libre en este relato. La mujer se
empodera cuando conoce el placer y busca maneras de replicar esos compases
primitivos.
“El cuerpo” es un relato sobre un
hombre bígamo: Xavier, Carmen y Beatriz. “Era una cada noche. A veces, dos por
noche. La que sobraba se quedaba mirando”. (35) Este cuento toca con sutileza
el erotismo. Inclusive del homoerotismo expreso en los encuentros de Carmen y
Beatriz: “A veces, las dos se acostaban en la cama. El día era largo. Y, a
pesar de no ser homosexuales, se excitaban una a la otra y hacían el amor. Amor
triste”. (37) A raíz de estos sucesos, Xavier se encoleriza con sus mujeres y
comienza a comportarse de manera diferente e hiriente. Él involuciona: “Xavier
comía con malos modales: agarraba la comida con las manos, hacía ruido al
masticar, además de comer con la boca abierta”. (37) De esta manera, las
mujeres resuelven matarlo y ser felices ellas juntas. Lo entierran en el jardín
en total complicidad. Finalmente, el secretario de Xavier sospecha por su
ausencia y se presenta con la policía en su casa para constatar, por boca de
las mujeres, el asesinato y entierro de su jefe. Es así como las mujeres son
absueltas y enviadas a comenzar una nueva vida en Montevideo.
Este cuento trabaja con la
deshumanización de las instituciones sociales. Desde el inicio, cuando se
conoce que se habla de un matrimonio tripartito, se está proponiendo un diseño
de vida sentimental y sexual que, al menos en occidente, está totalmente prohibido
a nivel moral, social y religioso. Clarice transgrede la norma y propone una
felicidad a tres voces. Sin embargo, el machismo está presente cuando el hombre
niega la posibilidad a las dos mujeres de tener placer ellas juntas. La mujer
se trabaja desde la mente de Xavier como un mero objeto que no puede sentir
placer más que por obra suya. Ellas son propiedad de él, pero no pueden ser
libres juntas. Por lo tanto, el papel de las mujeres asesinas es coronarse como
triunfadoras ante un esquema hegemónico en el cual el hombre es el único con
derecho y poder sobre sus objetos del placer.
Ahora bien, el relato “Vía
crucis” narra la historia de Maria das
Dores, quien concibe sin haber sido tocada por su esposo. Por citado milagro,
tanto ella como su marido aceptan el destino divino. Esperan y esperan mientras
se relata una espera cadenciosa y llena de conmiseración: “Le parecía que si le
diese a su hijo el nombre de Jesús, cuando fuese hombre, él sería crucificado.
Era mejor darle el nombre de Emmanuel. Nombre sencillo. Nombre bueno”. (45)
Maria das Dores da a luz a un niño entre la paja. El narrador es categórico:
“No se sabe si esa criatura tuvo que pasar por el vía crucis. Todos pasan”.
(46)
Aquí Lispector retoma el tema de la
religiosidad cristiana. A pesar de haber sido criada en el seno de una familia
judía, Clarice conoce y reconoce la tradición cristiana y a lo largo de su
carrera literaria insiste en la temática de esta religión. El simbolismo de la
virgen embarazada de forma inmaculada y de cómo esta mujer y su marido buscan
replicar el nacimiento del Mesías retratan una perspectiva irónica de una de
las historias más contadas de todos los tiempos. Hay algo satírico en su
planteamiento, pero lo hace con respeto y sutileza..
“El hombre que apareció” es una
narración que transcribe el encuentro de una escritora (¿Clarice?) con un viejo
amigo, en el relato llamado Cláudio Brito. Cuenta cómo se encuentran en una
abarrotería cuando ella baja a comprar cigarrillos, y también cómo conversan y
se actualizan en la sala de la protagonista. El cuento “Mientras tanto” es una
divagación sobre una tarde cualquiera: “Vivir tiene esas cosas: de vez en
cuando uno se queda en cero. Y todo eso es mientras tanto. Mientras se vive”.
(57) Hay en esta historia una referencia al verso de Stéphane Mallarmé: “Carne
débil y yo no leí todos los libros”.[12]
(59) Hay algo existencial en estos dos relatos, algo que invita a la filosofía
parsimoniosa y enteramente humana.
En “Plaza Mauá” se narra la historia
de una cabaretera, Luísa, cuyo nombre de guerra era Carla. Ella es una
bailarina en el club Erótica. Nunca convive con su esposo, Joaquim, pues sus
horarios de trabajo se traslapaban. Emborrachaba a los clientes y los hacía
gastar dinero para recibir sus comisiones. Tenía un amigo, Celsinho: “Celsinho
era hijo de familia noble. Había abandonado todo para seguir su vocación. No
danzaba. Pero usaba lápiz labial y pestañas postizas. Los marineros de la Plaza
Mauá lo adoraban”. (72) Él tenía un hijo y nunca le faltaba nada. Cierta noche
llegó un guapo hombre, muy masculino, al Erótica y tanto Celsinho como Carla lo
desearon. Ese hombre preferió a Celsinho que a Carla, la cual muy afectada le
reclamó a Celsinho:
-
Es tan bueno bailar con un hombre de
verdad.
Celsinho
reaccionó:
-
¡Pero vos no sos una mujer de verdad!
-
¿Yo? ¿Cómo que no lo soy? (…)
-
¡Para nada sos una mujer! – gritó
Celsinho - ¡Ni siquiera sabés romper un huevo! ¡Yo sí sé! ¡Yo sé! ¡Yo sé! (74)
Carla
se transforma en Luísa y escapa de la fiesta con toda su feminidad herida de muerte.
El tema de género está presente de forma explícita: un varón puede ser más
mujer que una hembra biológica. La construcción de la identidad de género se
manifiesta en un relato simple, en todo su esplendor.
Ahora bien, el relato “La jerigonza”
narra la historia de Maria Aparecida y cómo esta se escapa de ser violada y
asesinada por dos hombres en el tren camino a Río. Iba a tomar un avión a Nueva
York, donde trabajaría. Cuando descubre que los hombres en el vagón del tren
hablan de ella en jerigonza ella comienza a actuar vulgarmente, como loca, para
amedrentarlos. Lo único que consigue es que la seguridad del tren la expulse.
Luego de unos días ve en el periódico que una joven fue violada y asesinada por
dos hombres en el mismo tren del que fue expulsada.
Finalmente, el cuento “Pero va a
llover” relata cómo Maria Angélica de Andrade, una mujer de sesenta años, es
constantemente asaltada por su amante Alexandre, de diecinueve. La mujer está
dispuesta a darle todo lo necesario al joven para que este tenga relaciones
sexuales con ella y se quede a su lado. Lo conoce cuando pide unas medicinas a
la farmacia y se siente inmediatamente atraída por él. Es así como lo engancha:
con dinero y obsequios. El chico abusa de los deseos de la anciana, pero un día
le pide un millón de cruzeiros. Maria Angélica le pide piedad y le dice que no
tiene esa cantidad de dinero. Él, en un arranque de ira se va de la casa. El
cuento finaliza con la protagonista emocionalmente desamparada y destruida
pensando que lloverá.
El tema de género está presente en
todos los relatos de una u otra forma. La mayoría de los personajes son mujeres
que buscan hacerse un espacio en una estructura social patriarcal y hegemónica.
Estas mujeres transgreden la norma social en la mayoría de cuentos[13] y
devienen en seres empoderados e iluminados que encuentran su camino, por más
duro que este sea. Y esa es la epifanía de estos cuentos: todos los
protagonistas encuentran una verdad y, por más triste o desesperanzadora que
esta sea, la asumen.
Quizás la crítica en aquellos años
no había descubierto el lenguaje simbólico detrás de estas narraciones toscas y
desligadas de la prosa colorida a la que Lispector había acostumbrado. Sin
embargo, hoy es momento de tomar nuevamente estos relatos y trabajarlos desde
la teoría que plazca. Sin duda alguna mucho podrá encontrarse de nuevo, y
seguramente nuevos puntos de vista verán la luz. Pero queda claro que la obra
narrativa de Lispector es siempre un lenguaje metafísico, un parto lingüístico
y un misterio que busca volverse cada vez más enigmático.
Obras
citadas
AGUILAR, Gonzalo. Mundo perro, mundo porno, mundo abrigo: El vía crucis del cuerpo.
En: El vía crucis del cuerpo. 2011. p. 7 – 17. Primera edición. Buenos Aires,
Argentina: Corregidor.
AREAS, Vilma. Con la punta de los dedos: El vía crucis del cuerpo. En: El vía
crucis del cuerpo. 2011. p. 87 – 120. Primera edición. Buenos Aires, Argentina:
Corregidor.
BERTAZA, Juan Pablo. El lado oculto del corazón. Página 12.
26 de agosto de 2012. Página 12. Octubre de 2012
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-4775-2012-08-26.html.
LAZCANO ECHEVESTE, Paola. Clarice Lispector: Una constante búsqueda de
conciencia. Síncope: Cono sur y sus chispas caribeñas. 2012. Revista
Síncope. Octubre de 2012
http://www.revistasincope.com/site/2012/08/15/clarice-lispector-una-constante-busqueda-de-conciencia%E2%80%A2-por-paola-lazcano/.
LISPECTOR, Clarice. El vía crucis del cuerpo. Buenos Aires, Argentina: Corregidor.
2011.
LISPECTOR, Clarice. La hora de la estrella. Buenos
Aires, Argentina: Corregidor, 2011.
NAMORATO, Luciana. Clarice Lispector y la crítica. Indiana University. 2011. p. 199 –
202. Disponible en Internet: http://revistas.concytec.gob.pe/pdf/letras/v82n117/a15v82n117.pdf
SEGARRA BÁEZ, Iván. Clarice Lispector y la (re) lectura de su personalidad ante las
tendencias narrativas de América Latina y el Brasil artístico contemporáneo.
Proyecto Patrimonio. 2005. Proyecto Patrimonio. Octubre de 2012
http://www.letras.s5.com/cl160405.htm.
[1] La ópera prima
de Lispector fue acreedora al premio Graça Aranha en 1945, cuando la autora tenía 25 años. Para más sobre
este y otros datos sobre los premios obtenidos por Clarice Lispector, se
sugiere: Lazcano Echeveste, Paola. "Clarice Lispector: Una constante
búsqueda de conciencia." Síncope: Cono sur y sus chispas caribeñas. 2012.
Revista Síncope. Octubre de 2012.
http://www.revistasincope.com/site/2012/08/15/clarice-lispector-una-constante-busqueda-de-conciencia%E2%80%A2-por-paola-lazcano/.
[2] Luciana
Namorato afirma que en la década de los 70, el reconocimiento de Lispector más
allá de los círculos literarios brasileños coincisió con su descubrimiento en
Francia por Héléne Cixous. Namorato ahonda profundamente en la crítica y
Clarice Lispector en su ensayo Clarice
Lispector y la crítica, disponible en Internet:
http://revistas.concytec.gob.pe/pdf/letras/v82n117/a15v82n117.pdf
[3] Según Gonzalo
Aguilar, en el ensayo La intensidad de
los perros vagabundos: Introducción a La hora de la estrella, que se
incluye en: Lispector, Clarice. La hora de la estrella. Buenos Aires, Argentina: Corregidor,
2011. Página 6. Aguilar afirma que había cierta confusión sobre su edad,
alentada por ella misma, pero que después fue corregida y aclarada en sus biografías.
[4] Juan Pablo Bertazza incluye en
su nota El lado oculto del corazón una
entrevista que Alfonso Romano de Sant’Anna realizó a Clarice Lispector en la
que ella misma afirma que los jueves, en el Diario de Pernambuco, publicaban
cuentos infantiles. “Yo no me cansaba de mandar mis cuentos, pero nunca los
publicaban, y yo sabía por qué. Porque los otros decían: “Érase una vez y esto
y lo otro…”. Y los míos eran sensaciones”.
[5] Segarra Báez, Iván.
"Clarice Lispector y la (re) lectura de su personalidad ante las
tendencias narrativas de América Latina y el Brasil artístico
contemporáneo." Proyecto Patrimonio. 2005. Proyecto Patrimonio. Octubre de
2012. http://www.letras.s5.com/cl160405.htm.
[6] Esta búsqueda
por la perfección formal de la autora puede comenzar a percibirse en Un aprendizaje o el libro de los placeres;
sin embargo, es hasta Agua viva que
puede hablarse de la epifanía estilística en Lispector.
[7] LISPECTOR,
Clarice. El vía crucis del cuerpo.
Buenos Aires, Argentina: Corregidor. 2011. Todas las citas que provienen de
este libro y edición serán indicadas por el número de página entre paréntesis.
El prefacio del traductor, Gonzalo Aguilar, así como el estudio crítico de
Vilma Areas que contiene esta edición, son citados como capítulos aparte y se
especifica su procedencia con pie de página y entre las obras citadas.
[8] Lispector, en la explicación
mencionada, afirma que también existe en su literatura aquello que la gente
llama basura: “Una persona que leyó mis cuentos dijo que eso no era literatura.
Era basura. Concuerdo. Pero todo tiene su hora. Está también la hora de la
basura”. (26)
[9] AGUILAR, Gonzalo. Mundo perro, mundo porno, mundo abrigo: El
vía crucis del cuerpo. En: El vía crucis del cuerpo. Página 10.
[10] AGUILAR, Gonzalo. Mundo perro, mundo porno, mundo abrigo: El
vía crucis del cuerpo. En: El vía crucis del cuerpo. Ambas citas del
párrafo corresponden a la página 11.
[11] AREAS, Vilma. Con la punta de los dedos: El vía crucis del
cuerpo. En: El vía crucis del cuerpo. Página 95.
[12] El
verso de Mallarmé dice: “La carne es triste y yo he leído todos los libros”,
del poema Brisa marina.
[13] Para
fines del presente ensayo he dejado fuera los cuentos “Él me bebió”, “Día tras
día”, “Ruido de pasos”, “Antes del puente Río-Niteroi” y “Mejor que arder”, no
por falta de merecimiento.