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jueves, 3 de julio de 2014

Un acercamiento a la narrativa breve de Clarice Lispector: El vía crucis del cuerpo

La narrativa de Clarice Lispector ha sido desde los años 60 objeto de estudio de críticos e investigadores de la literatura brasileña e hispanoamericana. Aunque desde la publicación de su primera novela, Cerca del corazón salvaje[1], publicada en 1944, Lispector gozó de cierta relación amor-odio con la crítica de su país, diversos estudios críticos sobre su narrativa, sobre todo en Francia[2], le hicieron ganarse un puesto reconocido en el imaginario literario de Brasil y también en los círculos literarios internacionales.
Clarice Lispector nació en Ucrania en 1920[3] y poco después de haber cumplido un año de edad, se trasladó con su familia, de origen ruso y judío, al noreste de Brasil, específicamente a Maceió. Luego de algún tiempo se mudaron a Recife, siempre en el noreste brasileño, para instalarse a los 14 años en Río de Janeiro. Desde temprana edad, Clarice se interesó por la literatura, escribió sus primeros relatos y los envió al Diario de Pernambuco, que rechazó sus textos porque solo describían sensaciones.[4] Y fue así como a los 19 años escribió su ópera prima, Cerca del corazón salvaje, publicado en 1944 y ganadora en 1945 del premio Graça Aranha.
Luego de esta publicación le sucedió la novela La lámpara (1946) y La ciudad sitiada (1949) en los años 40. En la década de los 50 permaneció ocupada por cuestiones diplomáticas a causa de su matrimonio con Maury Gurgel Valente, de quien tuvo dos hijos y luego se separó en 1959.[5] Sin embargo, en las décadas de los 60 y 70 fue cuando su trabajo se tornó más prolífico, y acaso el más incomprensible. De la década de los 60 se pueden resaltar novelas como La manzana en la oscuridad (1961), La pasión según G. H. (1964) y Un aprendizaje o El libro de los placeres (1969).
            En la década de los 70 la obra de Clarice se torna cada vez más abstracta e íntima. Es, quizás, uno de los momentos más álgidos en su carrera escritural, puesto a que transgrede cualquier norma estilística con tal de alcanzar esa reproducción sensorial que la caracterizó durante sus inicios.[6] De estos últimos años se destacan obras de gran calidad estética como La imitación de la rosa (1973), Agua viva (1973), La hora de la estrella (1977, año de su muerte) y la póstuma y avasallante Un soplo de vida (Pulsaciones) de 1978. Fue en esta década en la que Lispector presentó, específicamente en el año 1974, una colección de cuentos que aún hoy en día han sido difíciles de clasificar: El vía crucis del cuerpo.[7] Clarice afirma en la explicación de este libro de cuentos (que bien podría ser tomada como una narración más de la colección):
Álvaro Pacheco, mi editor en Artenova, me encomendó que escribiera tres historias que, según me pidió, hubiesen sucedido realmente. (…) Le respondí que no sabía escribir historias por encargo. (…) La conversación telefónica fue el viernes. Comencé el sábado. El domingo por la mañana las tres historias ya estaban listas: “Miss Algrave”, “El cuerpo” y “Vía crucis”. Yo misma estaba asombrada. Todas las historias de este libro son contundentes y quien más sufrió fui yo misma. Quedé shockeada por la realidad. (…) Quiero solo avisar que no escribo por dinero y sí por impulso. Van a arrojarme piedras. Poco importa. (25)
            La misma Clarice estaba consciente de que este libro sería un balde de agua fría para sus lectores y, sobre todo, para la crítica. Ella estaba dispuesta a aceptar las consecuencias de sus contracciones artísticas. Empero, lo que en su momento fue considerado como “la hora de la basura”[8] es objeto en la actualidad de múltiples interpretaciones y análisis semióticos y críticos. En este sentido, Gonzalo Aguilar afirma que al momento de publicar este libro de cuentos, Clarice se encontraba en un instante delicado en su carrera, pues Agua viva había resultado ser un libro con críticas divergentes, y ahora presentaba esta colección de cuentos “llenos de interrupciones y digresiones, obsesionados con la vida sexual de sus personajes y escritos en un estilo taquigráfico y sin ornamentos”.[9]
            Y no fue para menos. Aguilar comparte que tanto la revista Veja como el Jornal de Brasil criticaron duramente y de forma peyorativa la publicación de este libro de relatos. La revista mencionada dijo que el libro era “lixo” (“basura”) y un “lanzamiento inútil”. El periódico señaló que “habría sido mejor no publicar el libro a tener que defenderse con ese falso desprecio por ella misma como escritora”.[10] Y estas son solo algunas de las críticas que recibió en aquel entonces. Empero, la más dura de todas fue el silencio absoluto. Vilma Areas afirmó en 2005 que hasta ese instante se comenzó a hablar académicamente de este libro.[11]
            El primer cuento es “Miss Algrave”, la historia de una mujer virgen que es visitada por Ixtlan, un ser de otro planeta, con quien tiene relaciones sexuales épicas. Ella se enamora de él y del sexo que tienen, y a raíz de esto su vida retoma emoción y sentido. Incluso decide provocar a su jefe, renunciar y ofrecerle sexo. Todo esto para tomar “un baño purificador de todos los hombres para estar lista para el festín con Ixtlan”. (34) En este relato Lispector reproduce la epifanía de Ruth Algrave al descubrir el sexo de una forma extraordinaria. No hay detalles del encuentro sexual a nivel visual: no sabemos cómo la penetró, de qué tamaño era su miembro, cómo fueron los movimientos. Lo que conocemos es la pasión y la intensidad de la epifanía final. Ruth se convierte en una mujer insaciable gracias a esa experiencia irrepetible que agita las células más recónditas de su ser y le muestra lo desconocido como algo extraordinario.
            Aquí Lispector trabaja con la sensualidad y la fantasía de conocer algo ajeno a la realidad. El sexo se convierte en el catalizador de motivaciones que van más allá de los límites socialmente aceptados. Ruth es otra después del sexo con Ixtlan y percibe, incluso, la vida diferente y con matices vivaces. Es capaz de dejar la vida que ha conocido por la espera de un nuevo encuentro con este ser de luz proviniente de otro planeta. La sexualidad es completamente libre en este relato. La mujer se empodera cuando conoce el placer y busca maneras de replicar esos compases primitivos.
            “El cuerpo” es un relato sobre un hombre bígamo: Xavier, Carmen y Beatriz. “Era una cada noche. A veces, dos por noche. La que sobraba se quedaba mirando”. (35) Este cuento toca con sutileza el erotismo. Inclusive del homoerotismo expreso en los encuentros de Carmen y Beatriz: “A veces, las dos se acostaban en la cama. El día era largo. Y, a pesar de no ser homosexuales, se excitaban una a la otra y hacían el amor. Amor triste”. (37) A raíz de estos sucesos, Xavier se encoleriza con sus mujeres y comienza a comportarse de manera diferente e hiriente. Él involuciona: “Xavier comía con malos modales: agarraba la comida con las manos, hacía ruido al masticar, además de comer con la boca abierta”. (37) De esta manera, las mujeres resuelven matarlo y ser felices ellas juntas. Lo entierran en el jardín en total complicidad. Finalmente, el secretario de Xavier sospecha por su ausencia y se presenta con la policía en su casa para constatar, por boca de las mujeres, el asesinato y entierro de su jefe. Es así como las mujeres son absueltas y enviadas a comenzar una nueva vida en Montevideo.
            Este cuento trabaja con la deshumanización de las instituciones sociales. Desde el inicio, cuando se conoce que se habla de un matrimonio tripartito, se está proponiendo un diseño de vida sentimental y sexual que, al menos en occidente, está totalmente prohibido a nivel moral, social y religioso. Clarice transgrede la norma y propone una felicidad a tres voces. Sin embargo, el machismo está presente cuando el hombre niega la posibilidad a las dos mujeres de tener placer ellas juntas. La mujer se trabaja desde la mente de Xavier como un mero objeto que no puede sentir placer más que por obra suya. Ellas son propiedad de él, pero no pueden ser libres juntas. Por lo tanto, el papel de las mujeres asesinas es coronarse como triunfadoras ante un esquema hegemónico en el cual el hombre es el único con derecho y poder sobre sus objetos del placer.
            Ahora bien, el relato “Vía crucis”  narra la historia de Maria das Dores, quien concibe sin haber sido tocada por su esposo. Por citado milagro, tanto ella como su marido aceptan el destino divino. Esperan y esperan mientras se relata una espera cadenciosa y llena de conmiseración: “Le parecía que si le diese a su hijo el nombre de Jesús, cuando fuese hombre, él sería crucificado. Era mejor darle el nombre de Emmanuel. Nombre sencillo. Nombre bueno”. (45) Maria das Dores da a luz a un niño entre la paja. El narrador es categórico: “No se sabe si esa criatura tuvo que pasar por el vía crucis. Todos pasan”. (46)
            Aquí Lispector retoma el tema de la religiosidad cristiana. A pesar de haber sido criada en el seno de una familia judía, Clarice conoce y reconoce la tradición cristiana y a lo largo de su carrera literaria insiste en la temática de esta religión. El simbolismo de la virgen embarazada de forma inmaculada y de cómo esta mujer y su marido buscan replicar el nacimiento del Mesías retratan una perspectiva irónica de una de las historias más contadas de todos los tiempos. Hay algo satírico en su planteamiento, pero lo hace con respeto y sutileza..
            “El hombre que apareció” es una narración que transcribe el encuentro de una escritora (¿Clarice?) con un viejo amigo, en el relato llamado Cláudio Brito. Cuenta cómo se encuentran en una abarrotería cuando ella baja a comprar cigarrillos, y también cómo conversan y se actualizan en la sala de la protagonista. El cuento “Mientras tanto” es una divagación sobre una tarde cualquiera: “Vivir tiene esas cosas: de vez en cuando uno se queda en cero. Y todo eso es mientras tanto. Mientras se vive”. (57) Hay en esta historia una referencia al verso de Stéphane Mallarmé: “Carne débil y yo no leí todos los libros”.[12] (59) Hay algo existencial en estos dos relatos, algo que invita a la filosofía parsimoniosa y enteramente humana.
            En “Plaza Mauá” se narra la historia de una cabaretera, Luísa, cuyo nombre de guerra era Carla. Ella es una bailarina en el club Erótica. Nunca convive con su esposo, Joaquim, pues sus horarios de trabajo se traslapaban. Emborrachaba a los clientes y los hacía gastar dinero para recibir sus comisiones. Tenía un amigo, Celsinho: “Celsinho era hijo de familia noble. Había abandonado todo para seguir su vocación. No danzaba. Pero usaba lápiz labial y pestañas postizas. Los marineros de la Plaza Mauá lo adoraban”. (72) Él tenía un hijo y nunca le faltaba nada. Cierta noche llegó un guapo hombre, muy masculino, al Erótica y tanto Celsinho como Carla lo desearon. Ese hombre preferió a Celsinho que a Carla, la cual muy afectada le reclamó a Celsinho:
-          Es tan bueno bailar con un hombre de verdad.
Celsinho reaccionó:
-          ¡Pero vos no sos una mujer de verdad!
-          ¿Yo? ¿Cómo que no lo soy? (…)
-          ¡Para nada sos una mujer! – gritó Celsinho - ¡Ni siquiera sabés romper un huevo! ¡Yo sí sé! ¡Yo sé! ¡Yo sé! (74)
Carla se transforma en Luísa y escapa de la fiesta con toda su feminidad herida de muerte. El tema de género está presente de forma explícita: un varón puede ser más mujer que una hembra biológica. La construcción de la identidad de género se manifiesta en un relato simple, en todo su esplendor.
            Ahora bien, el relato “La jerigonza” narra la historia de Maria Aparecida y cómo esta se escapa de ser violada y asesinada por dos hombres en el tren camino a Río. Iba a tomar un avión a Nueva York, donde trabajaría. Cuando descubre que los hombres en el vagón del tren hablan de ella en jerigonza ella comienza a actuar vulgarmente, como loca, para amedrentarlos. Lo único que consigue es que la seguridad del tren la expulse. Luego de unos días ve en el periódico que una joven fue violada y asesinada por dos hombres en el mismo tren del que fue expulsada.
            Finalmente, el cuento “Pero va a llover” relata cómo Maria Angélica de Andrade, una mujer de sesenta años, es constantemente asaltada por su amante Alexandre, de diecinueve. La mujer está dispuesta a darle todo lo necesario al joven para que este tenga relaciones sexuales con ella y se quede a su lado. Lo conoce cuando pide unas medicinas a la farmacia y se siente inmediatamente atraída por él. Es así como lo engancha: con dinero y obsequios. El chico abusa de los deseos de la anciana, pero un día le pide un millón de cruzeiros. Maria Angélica le pide piedad y le dice que no tiene esa cantidad de dinero. Él, en un arranque de ira se va de la casa. El cuento finaliza con la protagonista emocionalmente desamparada y destruida pensando que lloverá.
            El tema de género está presente en todos los relatos de una u otra forma. La mayoría de los personajes son mujeres que buscan hacerse un espacio en una estructura social patriarcal y hegemónica. Estas mujeres transgreden la norma social en la mayoría de cuentos[13] y devienen en seres empoderados e iluminados que encuentran su camino, por más duro que este sea. Y esa es la epifanía de estos cuentos: todos los protagonistas encuentran una verdad y, por más triste o desesperanzadora que esta sea, la asumen.
            Quizás la crítica en aquellos años no había descubierto el lenguaje simbólico detrás de estas narraciones toscas y desligadas de la prosa colorida a la que Lispector había acostumbrado. Sin embargo, hoy es momento de tomar nuevamente estos relatos y trabajarlos desde la teoría que plazca. Sin duda alguna mucho podrá encontrarse de nuevo, y seguramente nuevos puntos de vista verán la luz. Pero queda claro que la obra narrativa de Lispector es siempre un lenguaje metafísico, un parto lingüístico y un misterio que busca volverse cada vez más enigmático.
           



Obras citadas

AGUILAR, Gonzalo. Mundo perro, mundo porno, mundo abrigo: El vía crucis del cuerpo. En: El vía crucis del cuerpo. 2011. p. 7 – 17. Primera edición. Buenos Aires, Argentina: Corregidor.

AREAS, Vilma. Con la punta de los dedos: El vía crucis del cuerpo. En: El vía crucis del cuerpo. 2011. p. 87 – 120. Primera edición. Buenos Aires, Argentina: Corregidor.

BERTAZA, Juan Pablo. El lado oculto del corazón. Página 12. 26 de agosto de 2012. Página 12. Octubre de 2012 http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-4775-2012-08-26.html.

LAZCANO ECHEVESTE, Paola. Clarice Lispector: Una constante búsqueda de conciencia. Síncope: Cono sur y sus chispas caribeñas. 2012. Revista Síncope. Octubre de 2012 http://www.revistasincope.com/site/2012/08/15/clarice-lispector-una-constante-busqueda-de-conciencia%E2%80%A2-por-paola-lazcano/.

LISPECTOR, Clarice. El vía crucis del cuerpo. Buenos Aires, Argentina: Corregidor. 2011.

LISPECTOR, Clarice. La hora de la estrella. Buenos Aires, Argentina: Corregidor, 2011.

NAMORATO, Luciana. Clarice Lispector y la crítica. Indiana University. 2011. p. 199 – 202. Disponible en Internet: http://revistas.concytec.gob.pe/pdf/letras/v82n117/a15v82n117.pdf

SEGARRA BÁEZ, Iván. Clarice Lispector y la (re) lectura de su personalidad ante las tendencias narrativas de América Latina y el Brasil artístico contemporáneo. Proyecto Patrimonio. 2005. Proyecto Patrimonio. Octubre de 2012 http://www.letras.s5.com/cl160405.htm.




[1] La ópera prima de Lispector fue acreedora al premio Graça Aranha en 1945, cuando la autora tenía 25 años. Para más sobre este y otros datos sobre los premios obtenidos por Clarice Lispector, se sugiere: Lazcano Echeveste, Paola. "Clarice Lispector: Una constante búsqueda de conciencia." Síncope: Cono sur y sus chispas caribeñas. 2012. Revista Síncope. Octubre de 2012. http://www.revistasincope.com/site/2012/08/15/clarice-lispector-una-constante-busqueda-de-conciencia%E2%80%A2-por-paola-lazcano/.
[2] Luciana Namorato afirma que en la década de los 70, el reconocimiento de Lispector más allá de los círculos literarios brasileños coincisió con su descubrimiento en Francia por Héléne Cixous. Namorato ahonda profundamente en la crítica y Clarice Lispector en su ensayo Clarice Lispector y la crítica, disponible en Internet: http://revistas.concytec.gob.pe/pdf/letras/v82n117/a15v82n117.pdf
[3] Según Gonzalo Aguilar, en el ensayo La intensidad de los perros vagabundos: Introducción a La hora de la estrella, que se incluye en: Lispector, Clarice. La hora de la estrella. Buenos Aires, Argentina: Corregidor, 2011. Página 6. Aguilar afirma que había cierta confusión sobre su edad, alentada por ella misma, pero que después fue corregida y aclarada en sus biografías.
[4] Juan Pablo Bertazza incluye en su nota El lado oculto del corazón una entrevista que Alfonso Romano de Sant’Anna realizó a Clarice Lispector en la que ella misma afirma que los jueves, en el Diario de Pernambuco, publicaban cuentos infantiles. “Yo no me cansaba de mandar mis cuentos, pero nunca los publicaban, y yo sabía por qué. Porque los otros decían: “Érase una vez y esto y lo otro…”. Y los míos eran sensaciones”. 
[5] Segarra Báez, Iván. "Clarice Lispector y la (re) lectura de su personalidad ante las tendencias narrativas de América Latina y el Brasil artístico contemporáneo." Proyecto Patrimonio. 2005. Proyecto Patrimonio. Octubre de 2012. http://www.letras.s5.com/cl160405.htm.
[6] Esta búsqueda por la perfección formal de la autora puede comenzar a percibirse en Un aprendizaje o el libro de los placeres; sin embargo, es hasta Agua viva que puede hablarse de la epifanía estilística en Lispector.
[7] LISPECTOR, Clarice. El vía crucis del cuerpo. Buenos Aires, Argentina: Corregidor. 2011. Todas las citas que provienen de este libro y edición serán indicadas por el número de página entre paréntesis. El prefacio del traductor, Gonzalo Aguilar, así como el estudio crítico de Vilma Areas que contiene esta edición, son citados como capítulos aparte y se especifica su procedencia con pie de página y entre las obras citadas.
[8] Lispector, en la explicación mencionada, afirma que también existe en su literatura aquello que la gente llama basura: “Una persona que leyó mis cuentos dijo que eso no era literatura. Era basura. Concuerdo. Pero todo tiene su hora. Está también la hora de la basura”. (26)
[9] AGUILAR, Gonzalo. Mundo perro, mundo porno, mundo abrigo: El vía crucis del cuerpo. En: El vía crucis del cuerpo. Página 10.
[10] AGUILAR, Gonzalo. Mundo perro, mundo porno, mundo abrigo: El vía crucis del cuerpo. En: El vía crucis del cuerpo. Ambas citas del párrafo corresponden a la página 11.
[11] AREAS, Vilma. Con la punta de los dedos: El vía crucis del cuerpo. En: El vía crucis del cuerpo. Página 95.
[12] El verso de Mallarmé dice: “La carne es triste y yo he leído todos los libros”, del poema Brisa marina.
[13] Para fines del presente ensayo he dejado fuera los cuentos “Él me bebió”, “Día tras día”, “Ruido de pasos”, “Antes del puente Río-Niteroi” y “Mejor que arder”, no por falta de merecimiento. 

miércoles, 29 de mayo de 2013

Breve reseña y algunos aspectos históricos sobre "Pequeña historia de viajes, amores e italianos", de Dante Liano


El tema de la migración humana ha sido tratado en la literatura desde tiempos remotos. Como ejemplos se pueden contar las migraciones descritas en la Biblia: el éxodo judío desde Egipto, la huida de María y José, y los viajes de San Pedro, San Pablo y Santiago el Mayor en los primeros tiempos del cristianismo; también la hégira de Mahoma, las migraciones de los sefarditas a través de cuatro continentes, y la migración desde el lago Titicaca al Cusco en la leyenda de Manco Cápac en los orígenes del imperio inca.
Tanto por documentación histórica como por significación metafórica, la migración es un lugar común. En la novela Pequeña historia de viajes, amores e italianos[1], Dante Liano hace de la Historia una historia con personajes peculiares e inolvidables. Italianos que vinieron engañados a una tierra que prometía riquezas, fortuna y éxito: un nuevo comienzo de ensueño.
Todo inicia de una manera desoladora y triste. Escenas dolorosas en el entierro del hijo de Antonio Cosenza, quien es el personaje principal de esta historia. Un momento oscuro y lóbrego; un paso del vía crucis de este calabrés. Pues resulta que el clima y la falta de comida han mellado a los calabreses y el hijo de Antonio ha sido uno de los perjudicados, aunque no era para nada raro que este tipo de situaciones sucedieran. Pasó el tiempo y llegó la primavera:
¿Había llorado Antonio Cosenza por su hijo? No lo recordaría nunca. Mucho años más tarde, cuando ya estaba en otro lugar, diría: “Mi primer hijo se murió”, como quien dice: “Viví en una casa tal y tal”, sin las inflexiones dramáticas que imponen silencio, sino más bien como quien recita un dato o dice un número: “Mi primer hijo se murió”. Les pasa a muchos.  (23)
            Pareciera haber alguna esperanza en la primavera, pues florecen los campos y Magdalena, su mujer, estaba esperando nuevamente. Empero, comenzó a sentirse mal y a tener problemas durante el embarazo. En fin: “La comadrona recibió a un niño agonizante de una madre agonizante” (25). Ambos murieron y el pobre Antonio, nuevamente, terminó en el cementerio, junto a las mujeres del pueblo, que de alguna manera recuerdan a las mujeres que acompañaron a Jesús en su pasión; enterró a su familia y, a pesar de que no es explícito, se hundió en una gran tristeza.
            ¿Quedaba alguna esperanza para este calabrés desamparado y en estado precario? Cada vez que se hablaba de América en aquellos lugares, la gente escuchaba asombrada y con ilusión. “Con sólo decir ‘América’ relumbran los ojos como si estuvieran delante de un cofre abierto con monedas de oro”. (27) Parecía una solución, una salida a la vida trágica y desesperanzadora a la que los calabreses estaban acostumbrados.
América era la tierra de los sueños, la solución para salir de pobre y embarcarse en una aventura sin igual. Se decía en Europa que en América los frutos caían de los árboles de tan pesados y jugosos, y que había oro por todos lados, incluso una ciudad completa de oro. Oro en las procesiones, cohetillos y pólvora… Dinero, felicidad y nueva vida fácil. Fue entonces cuando Antonio, en compañía de su amigo Pasquale, conoció a Pietro Boero, quien habló maravillas de este pequeño país americano: Guatemala:
“Ah, Guatemala es un país de ensueño – decía Boero-. Cuando yo llegué, no fue para quedarme, estaba de paso, pero sólo vi que pasó una procesión, pues son fieles católicos como nosotros, y vi que en la procesión había oro en los adornos de los santos, en las urnas, en las andas, en los vestidos de los penitentes, y pensé: ‘Aquí hay dinero de sobra’”. (31)
Y lo vendió muy bien a los calabreses. De esta forma, un grupo conformado por campesinos calabreses se embarcaron en las peores condiciones rumbo a Guatemala, específicamente al puerto de Santo Tomás de Castilla. Y hay verdad en esta historia, pues varios italianos llegaron a Guatemala a finales del siglo XIX. En la novela hay referencia a que el general presidente buscaba mejorar la raza y el porvenir del país trayendo europeos a sus tierras; incluso remarcando las diferencias entre Guatemala y otros países del cono sur, como Colombia, Venezuela, Chile y Argentina. El Informe Nacional de Desarrollo Humano afirma lo siguiente:
Hacia 1873, arribó a Guatemala un grupo de campesinos italianos, atraído por las promesas de la Sociedad para la inmigración del gobierno guatemalteco, que los reclutó para que cultivaran productos agrícolas. Aunque ofreció incentivos, éstos no se cumplieron y los colonos se dispersaron por todo el país, asentándose principalmente en Guatemala y Quetzaltenango.[2]
            En este relato, los viajeros hicieron una parada en Nueva York, donde gran parte de los italianos desembarcaron y se hicieron a su suerte. Ellos, empero, continuaron rumbo a Guatemala durante “días de navegación de Nueva York a Centroamérica. Aburridos”. (41) Al llegar a Puerto Barrios, los calabreses quedaron completamente desolados. No era aquél paraíso que Pietro Boero había prometido. Descendieron del barco y más admirados quedaron aún al confirmar que Boero no estaría allí jamás para recibirlos: “Porque Pietro Boero es un hijo de puta[3]”. (49)
            Los Capitone, familia que los había acompañado durante el eterno viaje hacia Guatemala, se hospedaron en un hotel, y ellos mismos, Antonio y Pasquale, decidieron que, con el poco dinero que tenían, lo mejor sería quedarse allí. Se enteran de la existencia de la Sociedad Italiana de Socorro Mutuo, que está en la ciudad de Guatemala, y deciden probar suerte dirigiéndose allá. Vale la pena mencionar que se dieron la gran fiesta el día que llegaron: se emborracharon, cantaron, bailaron y saciaron sus deseos de hombres. Para qué contar la goma del día siguiente.
            El camino hacia la capital fue largo. El ingreso fue por el barrio de Jocotenango, por donde ahora se encuentra el parque Francisco Morazán. Luego se trasladaron a Ciudad Vieja, en las afueras de la ciudad, camino a Villa Canales. Allí se ubicaba la Sociedad de Socorro Mutuo. Tuvieron quince días para acomodarse y buscar algún trabajo. Lo único que les salió fue irse a trabajar como “ingenieros” es una compañía estadounidense que estaba construyendo puentes en la costa sur del país.
El viaje hacia la costa fue maravilloso: todos felices cuando conocieron el lago de Amatiltán. Empero, cuando el calor comenzaba a calar, les entró la desesperación. Finalmente llegaron al pueblo, cansados, y se instalaron en una posada. Descansaron y al día siguiente tomaron camino hacia la empresa, donde les hicieron firmar un contrato y comenzaron a trabajar, no como ingenieros, sino como picapedreros.
En fin, esta fue solo una breve reseña de la primera parte de la novela. Quizás un mejor acercamiento es el de Méndez Vides, quien en una columna en elPeriódico reseñó la obra de Liano:
La novela arranca en el cementerio calabrés, cuando Antonio entierra a su primer hijo sumido en la desesperanza, y unos párrafos más adelante entierra también a su mujer. El dolor le surge de lo más profundo, y para resucitar viaja a Guatemala con dos amigos, y trabajan duro aunque sólo a uno le sonríe la fortuna. Franco, casado con la mujer que Antonio ama, se enriquece a cuenta de una cadena de cinematógrafos. Pasquale sobrevive malviviendo en bares y de la prostitución. Uno de tres, diríamos. Otra cosa fue la vida para el resto de italianos que llegaron entonces, algo sabemos de cuyos nombres suenan pero nada de quienes no, y ese es el tema que eligió Dante, la vida de quienes no lo lograron.[4]  
Empero, quizás lo más importante para el tema que concierne al presente ensayo sea esa emotividad que Méndez Vides afirma que existe en la novela, con referencia al tema de la emigración de europeos a Guatemala, y a que Liano, quizás, se remontó al anecdotario familiar para narrar la historia de Antonio y sus amigos calabreses. Y es que la migración tiene algunos componentes particulares. Aquél que llega a un país ajeno lleva consigo su cultura y su país. Esa identidad propia con la que ha sido construido y moldeado desde la niñez.[5]
Hay algo de romántico en extrañar. Algo clave en el epígrafe de esta novela: “Partir es todo lo que sabemos de los Cielos, y todo lo que necesitamos del Infierno”.[6] No, no es que Antonio Cosenza haya partido del paraíso calabrés al infierno centroamericano. Es que él, a mi parecer, era una de esas criaturas poco bendecidas.
Era de aquellas personas que uno ve y dice: “Ah, ahí va el pobre tal”, “Pobre tal, siempre tan triste”, “Es que a tal le pasó tal cosa, pobre”. Hay cierta lástima hacia él, tanto por parte del narrador como del lector. La construcción del personaje por parte del narrador es casi comparable con la construcción de Macabea por parte de Rodrigo S.M.[7], pero algo más sentimental. Incluso los momentos de mayor ternura son prohibidos de alegría:
“Se va a llamar Roberto”, le dijo a Lola cuando le anunció que estaba embarazada por segunda vez. “Y qué sabés vos si va a ser hombre o mujer” “Tiene que ser hombre”, le contestó. Y Lola se resignó  a la tozudez de su marido, y se resignó también a que no habían pasado dos meses del parto y ya la había embarazado otra vez. (182)
A todo esto, mientras Pasquale se había hecho de la vida de vicios con la prostitución y el trago, Franco, quien estaba casado con Martina, la mujer que verdaderamente amaba Antonio, se había convertido en un exitoso empresario del cinematógrafo. Era Antonio al que, desde la construcción del narrador, la vida le estaba pagando mal.
Vale la pena recalcar que durante la narración son pocos los momentos en los que se percibe verdaderamente feliz a Antonio. Quizás la primera noche en Guatemala, la noche de farra; y quizás cuando cantaba en el barco, ilusionado por estas tierras nuevas.
Antonio se construyó desde la infelicidad. Él mismo llega a un punto clave en la historia en la que incluso le pregunta al párroco:
¿De dónde es uno? ¿A quién pertenece el corazón del hombre? Cuando Anbtonio Cosenza le hizo esa sencilla pregunta al padre Schumacher, el cura lo liquidó rápidamente con una sentencia de Salomón: “Donde está tu tesoro, allí está tu corazón”. Claro que para Antonio fue como un acertijo. (194)
            Méndez Vides afirma que la novela es rica y emotiva. Rica en lenguaje, descripciones y narración; y emotiva en el cien por ciento de su conformación estructural, me atrevería yo a decir. Y es que a pesar de que los personajes son queridos, el narrador los traza con cierta saudade. Esa saudade que no tiene una traducción directa del portugués, que mezcla la nostalgia, la melancolía, el dolor y un dejo de esperanza, que es esta última la que hace vibrar, la que sublima todos los demás sentimientos.
            Antonio debía mantener una familia numerosa: la Dolorsitas y sus tres hijos. Era tarea dura, pues la familia crecía pero no así los ingresos de la construcción. Además estaba lejos de su tierra, sintiendo envidia camuflageada hacia sus dos amigos, Pasquale y Franco; y, en el fondo, amando a Martina. Una vida triste. Él, que se había ido de Italia hacia Guatemala con la esperanza de éxito y de riquezas, era siempre un fracasado y triste viejo:
De adentro para afuera, nadie se va haciendo viejo, sino que ve a los niños crecer y entonces dice: “Algo estaré cambiando yo también”. (…) Antonio Cosenza sabía que había gente que con la vejez acentuaba lo estúpido. Ah, la vida le había enseñado que con el pasar de los años lo único que se acentúa son los defectos. (203)
            Antonio envejece. Como afirma Méndez Vides: “El novelista dibuja de primera mano el final de Antonio Cosenza, su caída y agonía, en el mausoleo de los italianos en la Capital, en unas páginas dolorosas y mágicas”.[8] En sus últimos momentos, Antonio Cosenza es un héroe, como cualquier viejo muerto: aprovecha sus últimos momentos para colocar su mano en el hombro de Roberto, su hijo, y le dice que no vivió en vano. Y así muere. Sin pena ni gloria. Como un emigrante que no alcanzó el sueño y la promesa americana.
            Al final de la obra aparece Diego sentado en el mostrador de la tienda, viendo llorar a Roberto, su padre, por la muerte de su abuelo Antonio. Diego: la figura del futuro de la familia. Méndez Vides dice que seguramente este Diego personaje es Dante Liano.[9]
            Con respecto a la relación historia – ficción de esta novela, me parece que esta novela es más ficción que historiografía o historia. Si bien es fiel a documentos históricos y hechos importantes, como el atentado contra Estrada Cabrera o la migración europea a América, este es más bien un relato casi personal que conmueve. La historia también conmueve, claro, pero en este sentido, no es un texto histórico.
            Es un texto híbrido, formalmente maduro, que utiliza la historia para dar más realismo al contenido. Me parece que la parte histórica está tan bien trabajada que podría servir como referencia en algunos casos, pues fue de esa forma que yo supe, por ejemplo, que se refería al barrio Jocotenango, por el parque Morazán, cuando se citó ese pueblo en el texto.
            Hay muchas novelas, cuentos y leyendas que se benefician de la historia para apoyar su contenido. Hay estudios históricos completamente literarios, como obras literarias completamente históricas, y no necesariamente son lo mismo, ni equivale la una a la otra.
            Finalmente, es una novela que vale la pena leer con cuidado y con tiempo para poder disfrutarla y sobre todo comprenderla. Hay mucho sentimiento en ella y mucha intimidad que puede incluso a resultar impactante. No cabe la menor duda de que es una novela hecha con pasión y con cuidado formal.








Obras citadas

Informe Nacional de Desarrollo Humano. (2005). Capítulo 4: Los múltiples rostros de la diversidad. Disponible en Internet: http://www.url.edu.gt/PortalURL/Archivos/49/Archivos/ca4.pdf

LIANO, Dante. Pequeña historia de viajes, amores e italianos. Guatemala: Sophos, 2012.

MÉNDEZ VIDES. Pequeña historia de viajes, amores e italianos. laColumna. elPeriódico. Martes 28 de octubre de 2008. Disponible en Internet: http://www.elperiodico.com.gt/es/20081028/lacolumna/77079/




[1] Liano, Dante. Pequeña historia de viajes, amores e italianos. Guatemala: Sophos, 2012. Todas las citas que corresponden a esta obra se indicarán con el número de página entre paréntesis.
[2] Informe Nacional de Desarrollo Humano 2005. Página 61. Bibliografía completa en Obras citadas.
[3] La traducción es mía.
[4] Méndez Vides. Pequeña historia de viajes, amores e italianos. laColumna. elPeriódico. Martes 28 de octubre de 2008. Disponible en Internet: http://www.elperiodico.com.gt/es/20081028/lacolumna/77079/
[5] Para esta afirmación no tomo en cuenta a aquellos niños que llegaron como migrantes con sus padres desde pequeños, o aquellas personas que han estado constantemente de viaje por el mundo, sin lograr construir una identidad nacional, patriótica o cultural en un solo lugar.
[6] Epígrafe de la novela. “Parting is all we know of heaven and all we need to know of hell”. Emily Dickinson. La traducción es mía.
[7] En referencia a la relación narrador-personaje, autor-personaje presente en La hora de la estrella, de Clarice Lispector.
[8] Méndez Vides. Pequeña historia de viajes, amores e italianos. laColumna. elPeriódico. Martes 28 de octubre de 2008. Disponible en Internet: http://www.elperiodico.com.gt/es/20081028/lacolumna/77079/
[9] Méndez Vides. Pequeña historia de viajes, amores e italianos.