La
escritura de forma autobiográfica es la literatura de lo íntimo, que indaga en
lo personal.[1]
Para muestra, un botón: Eugenia Gallardo. Poca información biográfica se encuentra
de la autora de No te apresures en llegar
a la Torre de Londres porque la Torre de Londres no es el Big Ben[2]
en primera instancia[3], y
sobre todo para quienes se interesan por conocer más sobre la escritora, parece
que la información sobre su vida es tan hermética como su obra. Aída Toledo
afirma que Gallardo, nacida en 1953 en Cobán, Alta Verapaz, Guatemala, apareció
sorpresivamente en el ámbito literario guatemalteco en 1999. Contemporánea en
edad con los escritores de la Generación del 70, solo fue conocida por la
mayoría de ellos cuando publicó su primer libro de narraciones, que es el que
titula esta crítica.[4]
Además, agrega algunos datos de su vida que resultan interesantes:
Gallardo
salió en un momento en que se recrudecía la violencia política y muchos
intelectuales y profesores de la Universidad de San Carlos, entre ellos
Gallardo, salieron al exilio en forma apresurada, para no ser una más de las
víctimas. Vivió muchos años en Costa Rica, luego en Inglaterra, y de ahí partió
a Madrid a trabajar con IRELA, para posteriormente volver a Costa Rica a
trabajar para FLACSO. Regresó a Guatemala en 1993 quedándose a residir allí
hasta el presente. [5]
Aída
Toledo junto con Lucrecia Méndez de Penedo son dos de las críticas literarias
que han trabajado la obra de Gallardo, cada una con su particular punto de
vista que parece, a momentos, hermanado.[6]
Sin embargo, es escaso el trabajo crítico sobre No te apresures…, y lo que más se encuentran son comentarios en
blogs acaso poco sujetos a la rigurosidad académica. Y es que Gallardo, a pesar
de presentarnos una novela alucinante y cargada de simbolismos, no ha sido
reconocida por su labor literaria. La misma Toledo afirmó que existen en Guatemala
cinco novelas únicas en su género, de autores que nomás han publicado una obra.[7]
Empero, más información es escasa o muy escueta.
La
obra de Gallardo nada tiene de anodino. El estro se manifiesta en cada uno de
los 53 capítulos que componen esta interesante novela, conformada como un
“Calendario de 52 semanas con un cuento por semana”. Además, como paratexto al
que debe presarse atención, se hace la aclaración desde la portada de la relación
de la palabra “calendario” con el trabajo escritural de la cobanera. “Hacer
calendarios”, según la Real Academia Española, es “estar pensativo,
discurriendo a solas sin objeto determinado”. ¿Qué nos prevé esto? Un
calendario autobiográfico, quizá; gran parte de una vida narrada en 52
capítulos y un avasallante epílogo.
Lo
curioso de esta novela es la ruptura estructural de una obra autobiográfica
tradicional. Mercedes Laguna Gonzáles presenta algunos tipos de autobiografía y
características comunes de la literatura autobiográfica[8]
que en el caso particular de Gallardo son reinventados y renovados casi en su
totalidad. Nos encontramos con una narradora omnisciente que describe
atentamente cada uno de los acontecimientos que conforman la historia. Incluso,
uno de los personajes más dulces y transgresores, Carmela, revela la identidad
de la narradora que, en este caso, y tomando en cuenta a Lucrecia Méndez de
Penedo,[9] es
la misma autora:
Y
por prestarme para líder la señora escritora de este libro espera que mis
acciones le den movimiento al relato, que mi anécdota la lleve de la mano hasta
el fin del libro donde a ella la esperan con coronas de olivo, viajes al
exterior (en aviones de verdad, no en un simple pavo con neurosis de ganso),
reconocimientos y demás granjerías de que gozan las hembras que en los noventa
levantan la mirada, la voz, el aliento y firman sin seudónimos y se niegan a
llevar apellidos de casadas y se creen personas de moño colorado. (47)
Este momento crucial de la novela
nos permite afirmar que la misma autora mantiene un diálogo consigo misma al
momento de escribir, sobre todo al tomar en cuenta que Laguna González asegura
que uno de los rasgos diferenciados de la escritura autobiográfica, según
Romera Castillo, es la presencia del yo del escritor (en este caso, escritora)
que queda plasmado en la escritura como un signo de referencia de su propia
existencia. Pero aquí, la narradora conforma innumerables personajes para tener
una voz propia. Quizá esta escogencia de diferentes protagonistas a lo largo
del calendario sirve como pretexto o justificación de los cambios sufridos
durante el periodo biográfico narrado en este libro.
Con relación a la estructura narrativa, Toledo
indica que la narración sigue un decurso a momentos irracional y fantástico que
no permite una lectura con hilos conductores visibles o modélicos[10],
y es en este mismo momento donde afirma que la obra se entreteje con
reflexiones implícitas sobre identidad y género. Yo me atrevería a mencionar la
autorregulación de género como un factor presente en la mayoría de los
personajes. Judith Butler asegura:
Afirmar
que el género es una norma no es lo mismo que decir que hay visiones normativas
de la feminidad y la masculinidad, aunque resulta claro que tales visiones
normativas existen. El género no es exactamente lo que uno “es” ni precisamente
lo que uno “tiene”. El género es el aparato mediante el cual tienen lugar la
producción y la normalización de lo masculino y lo femenino, junto con las
formas intersticiales hormonal, cromosómica, psíquica y performativa que el
género asume.[11]
Aquí valdría la pena mencionar la
forma en la que Gallardo construye a sus personajes principales, en particular
a Carmela. Méndez de Penedo afirma que Carmela es una especie de alter ego de la narradora protagonista,
una emprendedora niña en un mundo masculino, huérfana y pobre.[12]
Esta niña construye una identidad genérica que le permite formar parte de ese
mundo:
Sé
de una niña, Carmela, a quien le gustaba vestirse como hombre para que
escucharan lo que tenía que decir. (…) Los señores de American Airlines la
escucharon porque creyeron que era hombre. (33)
Esta niña reconoce implícitamente
que por ser mujer no será escuchada en una sociedad en la que el hombre
mantiene la hegemonía. Voluntariamente regula su rol de género y se caracteriza
como varón para ingresar al mundo. Toledo indica que Carmela es una voz
ficcional femenina pero autoritaria, cuya falta de identidad es una estrategia
social porque sabe que asumiendo la identidad masculina podrá manejarse mejor
en el mundo de fantasía donde se encuentra inmersa.[13]
Lo curioso es que cuando esta niña parece comenzar a tomar el poder de la
historia y se revela contra la escritora, la narradora la aniquila
despiadadamente:
¿Son
otras verdades las que quiere poner en mi boca de niña boba? ¿las verdades de
los otros para los otros? ¡qué cómodo! ¿por qué no hurga en su historia? (…)
¿por qué respira de mi aire? ¿por qué no dice: “Yo derramé la leche, este dolor
es mío y este miedo y esta huida y…”
Carmela
no pudo soportar el frío de Alaska. Murió un 25 de noviembre a las 23:35. (48)
El siguiente capítulo inicia con una
frase hermosísima: “No es fácil asesinar a la fantsía” (49). La narración sigue
con 35 capítulos más en los que encontramos personajes como Betty la oruga y
Vidal. Además un curioso diálogo entre una rata y un ratón. Una construcción
narrativa intermitente que parece no contar nada, pero que nos construye
sensaciones y reconocimientos sociales trazados a modo de historia fantástica.
Las páginas se cargan de historias
azarosas inundadas de poesía y símbolos dignos de un profundo análisis
semiótico. Hay diálogos que parecieran fruto de una deconstrucción lingüística
premeditadamente infantil, con tonos picarescos y de mucha carga de crítica
social. La figura de la familia se deforma y se vislumbra desde una perspectiva
de género en la que el rol del hombre se adjudica un papel ausente o negado:
“Mi padre no me quiere. Mi padre no me quiere. Cinco palabras duras. Y
mentirosas. ¿Por qué te lee cuentos?” (109).
Finalmente, las narraciones se van
volviendo cada vez más herméticas. Como afirma Toledo, detrás de la voz de la
narradora parece estar la voz de la autora.[14] Y
es quizás por esto que otorga una difícil tarea para comprender detrás de cada
cuadro pintado con letras los significados reales de cada construcción.
Dice
Méndez de Penedo que el eje de la obra de Gallardo lo constituyen las aventuras
de la protagonista en la búsqueda de libertad mediante un proceso que arranca
desde la infancia, atraviesa la adolescencia y finalmente ingresa al mundo de
los adultos.[15]
Es precisamente en este momento en el que la obra deja de buscar una coherencia
narrativa y se pierde discurriendo a solas sin un objeto determinado: haciendo
calendarios, pues.
Los últimos cinco capítulos son nomás
divagaciones con suma calidad estética que pintan imágenes y sensaciones
fenomenales con gran arte escritural y carga sensitiva. Aquí se desprende todo
de cualquier norma estilística, se desliga de las ideologías y pareciera que la
narradora comienza a encontrar la paz en la libertad de producir nada más meras
composiciones estéticas.
El
libro finaliza con un avasallador epílogo en el que la misma narradora se hace
una pregunta aguerrida: “A quien haya tenido la paciencia de leerme
ordenadamente, hasta este punto, le pregunto: - ¿Qué fue lo que hice?” (127); y
es aquí donde la magia de la literatura, que es invocada en los capítulos de
Carmela, hace honor a sus dotes. Esta obra es como leer una vida hecha sueño,
con cuentos de hadas y fantasías oníricas.
[1] Mercedes Laguna González
comienza su ensayo La escritura
autobiográfica con esta frase que me parece idónea para iniciar con el
viaje que Eugenia Gallardo nos ofrece con la obra que trabaja el presente
ensayo.
[2] Gallardo, Eugenia. “No te
apresures en llegar a la Torre de Londres porque la Torre de Londres no es el
Big Ben.” Guatemala: F&G
Editores, 1999. Todas las citas que procedan de este libro serán indicadas
solamente por el número de página en un paréntesis.
[3] Un exhaustivo trabajo
investigativo sobre la biografía de Gallardo me permite confirmar que para
quienes intentamos hacer un primer acercamiento a esta autora, la información
es escasa. Conseguí su correo electrónico mediante el cual le envié una entrevista,
pero al momento de redactar esta crítica no hube obtenido respuesta.
[4] Toledo, Aída. “Vocación de
herejes”. Guatemala: Editorial Academia / Ministerio de Cultura y Deportes,
Editorial Cultura, 2002. Página 116.
[5] Toledo, Aída. “Vocación de
herejes”. Guatemala: Editorial Academia / Ministerio de Cultura y Deportes,
Editorial Cultura, 2002. Página 116.
[6] Ambas críticas coinciden en
varios puntos con respecto a la obra de Eugenia Gallardo y se hace evidente en
sus trabajos y perspectivas críticas.
[7] Durante la clase magistral del 2
de octubre de 2012 en el curso Seminario sobre género/autor: Narrativa femenina,
Aída Toledo mencionó cinco novelas de importancia para la literatura
guatemalteca de autores que solo han publicado una obra. Estas son Velador de noche, soñador de día, de
Luis Eduardo Rivera; La ceremonia del
mapache, de Otoniel Martínez; Con
pasión absoluta, de Carol Zardetto;
El tiempo principia en Xibalbá, de Luis de Lión; y No te apresures en llegar a la Torre de Londres porque la Torre de Londres
no es el Big Ben, de Eugenia Gallardo.
[8] Mercedes Laguna González incida
entre los rasgos generales de la escritura autobiográfica el yo del escritor,
la identificación del narrador y del héroe de la narración, el relato que
abarca un espacio temporal suficiente para dejar un rastro de la vida, el
discurso narrativo (relacionado a la acepción de Todorov), la narración sincera
y la variación de la forma de expresar la historia. Esta última característica
se relaciona puramente con el estilo de la escritura: la primera persona, el
monólogo puro, el juego del punto de vista y demás. La información completa y
detallada se encuentra en su aporte hecho en la edición de septiembre de 2005
en la Revista Lindraja.
[9] Lucrecia Méndez de Penedo afirma
que una larga conversación con Eugenia Gallardo le permite afirmar que hay
historia real de la autora en la obra No
te apresures en llegar a la Torre de Londres porque la Torre de Londres no es
el Big Ben.
[10] Toledo, Aída. “Vocación de
herejes”. Guatemala: Editorial Academia / Ministerio de Cultura y Deportes,
Editorial Cultura, 2002. Página 121.
[11] Butler, Judith.
"Regulaciones de género." La Ventana. 2005: 7-35. La Ventana.
Septiembre 2012.
http://148.202.18.157/sitios/publicacionesite/pperiod/laventan/Ventana23/judith.pdf.
Página 11.
[12] Méndez de
Penedo, Lucrecia. El hilo del discurso. Guatemala:
Universidad Rafael Landívar, 2007. Página 262.
[13] Toledo, Aída. “Vocación de
herejes”. Guatemala: Editorial Academia / Ministerio de Cultura y Deportes,
Editorial Cultura, 2002. Página 123.
[14] Toledo, Aída. “Vocación de
herejes”. Guatemala: Editorial Academia / Ministerio de Cultura y Deportes,
Editorial Cultura, 2002. Página 125.
[15] Méndez de Penedo, Lucrecia. El
hilo del discurso. Guatemala:
Universidad Rafael Landívar, 2007. Página 266.
Uno de mis tesoros más preciados, el dueño de este blog.
ResponderEliminarLector fascinante y sensible. Me conmovió. Gracias por leerme desde el cerebro pero también desde la intuición.
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