Hablar de la poesía
de Gabriela Mistral es hablar de poesía meticulosa y de gran calidad estética.
No cabe duda que la obra poética de la chilena es fundamental en cualquier
estudio o antología referente a la lírica hispanoamericana. Hacer el intento
por comprender sus textos es una tarea que requiere un conocimiento exhaustivo
de su vida, de su obra y del contexto que ella conforma. No en vano la misma
Gabriela afirmó que “…nadie comprende a nadie y por lo tanto nadie debe tratar
de explicar a nadie”.[1] Aceptando
la indiscutible razón de esta cita, resulta siempre que las interpretaciones
que se dan de una obra, un texto o un poema son variadas y afectadas de forma
directa por la vivencia personal del crítico o el lector, mas por ello no
significan para nada intentos poco merecedores de atención. En este comentario
haré referencias al ensayo Gabriela
Mistral: La aceptación del dolor necesario, de Eva Valcárcel[2],
para complementar alguna información de interés sobre Mistral y,
particularmente, sobre esta rama de su poesía, lo que yo llamo la poesía del dolor.[3] En este sentido, Valcárcel afirma:
El dolor marca su
propio estilo literario, persiste en la elaboración metafórica, en la ausencia
de brillo, en la sencillez buscada con vocación ascética y lograda como humilde
desposesión y acercamiento a Dios. Su poesía es rítmica, pero es sobria, es
contenida en su dramatismo. (3)
El poema Interrogaciones es un ejercicio del
dolor. Aquí, Mistral amalgama su profunda fe cristiana con la cuestión de la
existencia, específicamente con el fin de la existencia por la propia mano. El
tema central es la muerte, pero no una muerte cualquiera. Es una muerte
sublime, dramática y premeditada. De esta manera, la voz poética de Gabriela se
atreve a preguntarle al que ha aceptado como su Señor “¿Cómo quedan durmiendo
los suicidas?”. Es con esta frase que el poema abre paso a una serie de
interrogaciones, una serie de preguntas a Dios. Preguntas que provienen de una
curiosidad casi infantil que se traslada a un lenguaje adulto: “¿O Tú llegas
después que los hombres se han ido, / y les bajas el párpado sobre el ojo
cegado, / acomodas las vísceras sin dolor y sin ruido / y entrecruzas las manos
sobre el pecho callado?”.[4] En
este sentido, Valcárcel afirma:
El yo lírico no grita
ni trata de huir de la desgracia, sino que prefiere explicarla y aceptarla como
posible vía de ascensión espiritual. (…) Como poeta está perfectamente
instalada en el mundo de la carne, la sangre y las materias. (3)
Personalmente,
percibo que en las primeras seis estrofas la voz poética de Gabriela intenta
plantear una situación con base en interrogantes, tal como Job en la Biblia.[5]
Hay una especie de empoderamiento cuando finalmente se atreve a plasmar en
preguntas precisas un sentimiento que, desde mi perspectiva, la atormenta. Es
así como este poema, a primera vista, es un poema de dolor. Este dolor se
resuelve con la propia formulación de las preguntas. ¿Acaso no se siente un
gran alivio cuando finalmente se logra definir algo o, al menos, definir qué es
lo que se pretende conocer?
Vemos a Gabriela como
una mediadora que pide por los suicidas a Dios.[6] Las
mismas interrogaciones son una especie de reflexión íntima sobre los misterios
del Señor. ¿Es Él quien conoce el destino trágico del suicida? ¿Ya lo ha
perdonado al ser Él conocedor de todo lo pasado, presente y futuro? ¿Es Dios
mismo el que predestina este momento aciago y, por tanto, quien consuela y
recibe en brazos al ejecutor? Cada verso de las primeras seis estrofas presenta
interrogantes humanas relacionadas con la muerte y el suicidio, pero de una
forma sublime y minuciosa. Una forma única y perspicaz de exponer una
problemática tan terrenal y ascenderla a lo divino. Con relación a esto,
Valcárcel afirma:
Aunque la
espiritualidad profunda forma parte esencial de sus versos, su sentimiento de
desposesión no el de un místico y sus poemas nunca persiguen el silencio sino
una explicación, una mirada, una respuesta que le sirva para seguir aceptando
su vida y la de los otros. (4)
Ahora
bien, en las últimas dos estrofas, Gabriela pretende resolver las interrogantes
respondiéndose a sí misma con base en su propia percepción de Dios y de su
amor. La voz lírica de Mistral asegura conocer los misterios de Dios: “(…) mas
yo, que te he gustado, como un vino, Señor, / mientras los otros siguen
llamándote Justicia, / ¡no te llamaré nunca otra cosa que Amor!”.[7]
Esta voz poética encuentra consuelo en sus propias palabras, las cuales
procuran invocar la compasión del Señor y dejan ver una especie de seducción
espiritual por medio del halago.
Finalmente,
en la última estrofa, Gabriela confirma la condición humana y la condición
terrenal. Ella es una intercesora. Exalta a Dios y media por el género humano,
específicamente, por los suicidas, por los que han confrontado las leyes
divinas. Manifiesta un profundo dolor al intervenir expresamente, quizás por una
experiencia cercana, en este caso, el suicidio de Juan Miguel (Yin Yin), su
sobrino, al que amaba como hijo propio.[8]
El
poema Interrogaciones es, pues, un
poema que amalgama el dolor con la espiritualidad y la fe. Una suerte de
oración expresada con fervor a manera de intercesión. No conoceremos la verdad
de esta construcción lírica, y quizás lo mejor sea no conocerla para promover
múltiples interpretaciones y discusiones semióticas y académicas. Sin embargo,
la voz poética de Mistral no será cesada por meras expectaciones, como no será
cesado el espíritu conciliador entre Dios y la humanidad presente en su poesía.
[1] Tanto la académica Eva Valcárcel
en su ensayo “Gabriela Mistral: La aceptación del dolor necesario”, como Jaime
Concha en su libro “Gabriela Mistral”,
eligen esta cita de la autora para iniciar una discusión teórica sobre su obra
poética. Ambos críticos coinciden en que aún aceptando y comprendiendo este
razonamiento, es necesario tratar de explicar las lecturas que tienen de la
poesía de Mistral. Personalmente, concuerdo con estos autores, y me aventuro
también a la interpretación subjetiva que es para mí uno de los fines concretos
de la literatura y, especialmente, de la poesía.
[2] Valcárcel, Eva. "Gabriela Mistral: La aceptación del
dolor necesario. Ensayo para una poética y noticia de los poemas que publicó en
Galicia." Cuadernos de
estudios gallegos 1997: Tomo XLIV, Fascículo 109. Todas las citas de esta obra
se indicarán con el número de página entre paréntesis.
[3] Llegué a esta conclusión después
de haber leído algunas antologías poéticas de Gabriela Mistral en la
adolescencia y tiempo después, pues noté que su poesía se diversifica en cinco
ramas temáticas: la poesía femenina (referente a la maternidad y a la
feminidad), la poesía mística (que se relaciona con su fe católica), la poesía
romántica (referente a al amor, a la pasión, la fidelidad y el romance), la
poesía escolar (relacionada con la educación y los niños), y la poesía del
dolor (poesía con tintes existencialistas, fatalistas y de desilusión hacia la
vida). Hay, también, poemas que se salen de estos cuatro cuadros, pero percibo
que la mayor parte de sus textos poéticos encajan bien en estas
clasificaciones. El poema Interrogaciones,
por ejemplo, es una amalgama entre poesía del dolor y poesía mística.
[4] Mistral, Gabriela.
“Interrogaciones”. Poema.
[5] Este libro forma parte del
Antiguo Testamento y narra la historia de Job, un hombre de fe a quien Dios
pone pruebas inclementes. Desesperado, Job reacciona ante Dios y lo confronta e
interroga. Para algunos teóricos, como Luis Alonso y José Luis Sicre, el libro
de Job es una obra poética que trata el tema del sufrimiento del inocente. Para
ver más de este tema: Alonso, Luis y Sicre, José Luis. “Job. Comentario
teológico y literario”. Madrid: Ediciones Cristianidad. 2002.
[6] Carmen Alardín,
de la UNAM, afirma esto en una nota introductoria referente a la poesía de
Mistral. Para ver más de este tema: Alardín, Carmen. “Nota introductoria”.
UNAM. S/D.
http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=144&Itemid=1
[8] Doris Dana
afirmó que, en postrimería, Gabriela Mistral le confesó ser la madre biológica
de Yin Yin. Sin embargo, no ha sido comprobado de ninguna forma. Para
profundizar en este tema, ver: Vargas Saavedra, Luis. “Gabriela Mistral: ¿Tía o
madre de Yin Yin?”. Revista de Libros. 20 de noviembre de 1999. Disponible en
Internet: http://www.letras.s5.com/gabriela220303.htm
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